Todos hemos presenciado alguna vez a alguien que estalla con facilidad, basta una palabra mal entendida, un comentario al aire o un contratiempo cotidiano para que surja una reacción desproporcionada, gritos, enojo, portazos o discusiones que escalan demasiado rápido, desde fuera parece incomprensible: ¿por qué tanto enojo por algo tan pequeño?
La respuesta es más profunda de lo que imaginamos, la explosividad no suele hablar de fuerza, sino de fragilidad, detrás de un grito hay casi siempre una herida, esa persona, al sentir que su valor o su dignidad está en juego, reacciona con furia, por lo que la explosión se convierte en un escudo que protege lo que resulta doloroso mostrar; la vulnerabilidad.
Muchas personas explosivas crecieron en entornos donde no era posible hablar de emociones, si de niño aprendiste que llorar era signo de debilidad o que mostrar miedo era inaceptable, con el tiempo fuiste reprimiendo esas emociones, el enojo quedó como la única salida “permitida”, por eso, cuando aparece la frustración, la tristeza o el miedo, el cuerpo responde con rabia.
Imagina a alguien que, al sentirse ignorado en una conversación, responde con gritos, en realidad, lo que está en juego no es la conversación en sí, sino el miedo a no ser tomado en cuenta. Lo que vemos como una reacción violenta, por dentro es la defensa de un lugar que se siente amenazado.
Otro factor que alimenta la explosividad es la comparación con los demás, cuando alguien se siente constantemente medido, juzgado o poco valorado, puede vivir en estado de alerta, cualquier gesto se interpreta como una ofensa o una descalificación, así, la reacción explosiva funciona como un “ataque preventivo”: si me defiendo primero, me aseguro de no ser herido.
Muchas explosiones emocionales ocurren porque la persona no encuentra otra manera de expresar lo que siente, no sabe cómo decir: “me dolió”, “me sentí menospreciado”, “tengo miedo de perderte”, y como no logra traducir esas emociones en palabras, lo hace en un estallido. La rabia habla cuando la voz se bloquea.
Ser explosivo no significa ser malo, ni tener un carácter incontrolable por naturaleza, más bien significa que dentro hay emociones contenidas que no saben salir de otro modo, cada explosión es una señal de que algo más profundo está ocurriendo: miedo, inseguridad, dolor o frustración acumulada.
Esto no quiere decir que debamos justificar la violencia o permitir que los estallidos dañen las relaciones, lo que sí podemos aprender es a mirarlos de forma más humana, Una persona que explota no necesita más juicios, sino un espacio para aprender a reconocer lo que siente antes de que la rabia se apodere de ella.
La próxima vez que veamos una reacción explosiva, en lugar de quedarnos solo con el ruido del grito, podemos preguntarnos, ¿qué dolor está intentando esconder esa persona?, ¿qué necesidad no puede expresar de otra manera?
Comprender esto también nos invita a mirar hacia adentro, todos, en algún momento, hemos explotado por cosas que después parecieron insignificantes, y si somos honestos, descubriremos que detrás de ese enojo había cansancio, tristeza o miedo. Reconocerlo es el primer paso para dejar de reaccionar y empezar a responder con mayor conciencia.
AFM.